I. LA PALABRA EVANGELIO.
La palabra “Evangelio” es un vocablo que en el uso común quiere decir: “ BUENA NUEVA”, “Buena Noticia”; pero ya se encuentra en la lengua hebrea del Antiguo Testamento para indicar al “Mensajero que trae buenas noticias”, que trae la paz, la felicidad, la salvación que viene de Dios, la venida del Reino de Dios (Is 52,7; 40-66). Su mensaje es de consolación, perdón del pecado, la vuelta de Dios (Is 4, 1 s. 9); este “Evangelio” es una fuerza divina en acción (Is 52, 1 s.); es para todos los pueblos (Is 52, 10).
II. JESUS MISMO ES EL EVANGELIO Y EL EVANGELIZADOR.
Se aplica a sí mismo el texto de Isaías (61, 1 s) cuando inicia su misión en la sinagoga de Cafarnaúm (Lc 4, 16-21); El es el mensajero y el que realizará con su propia vida el mensaje, la Buena Noticia de Dios. “Ungido (consagrado) por Dios con el Espíritu Santo y con Poder” (Heb 10, 38; Mt 3, 16 s), Jesús viene a “evangelizar” a los que sufren bajo el dominio del mal; es la respuesta que Jesús da a los enviados de Juan el Bautista (Mt 11, 2-6).
Jesús mismo, sus hechos y palabras, su persona, es el Evangelio mismo de Dios (Mc 1, 1); no es algo solo a futuro, sino que en la persona misma de Cristo se inicia ya el Reino de Dios (Lc 11, 20) y en aquellos que lo reciben; la actuación misma de Jesús es el Evangelio (Mc 14, 9; Mt 26, 13). Los ángeles anunciaron su nacimiento como un Evangelio (Lc 2, 10 s); en El esta presente el Enviado (Lc 4, 43; 4, 18). Jesús es el Evangelio mismo de Dios, con toda su vida, hasta la muerte y resurrección (Rom 1, 1-3 . 9; 15, 16; 1Cor 9, 12; 2 Cor 2, 12; 9, 13; 10, 14; 11, 4;
1 Tes 2, 2 . 8 s; 3, 2; Gal 1, 7; Fil 1, 27; Mc 1, 1 ); El lo puso en práctica, lo hizo vida plena, en El Dios nos comunica su Reino de Gracia, de Vida, de Paz, de libertad….
El Evangelio de Cristo es liberación y salvación del hombre total, cuerpo y espíritu, persona y sociedad, para cada uno y para la universalidad de todos los hombres, comenzando por la liberación del pecado y del maligno.
III. MENSAJE DEL EVANGELIO, SUS SIGNOS O SEÑALES Y FRUTOS.
Buena Noticia es siempre la del Reino de Dios (Hech 8, 12; 14, 21 s; 19, 8; 20, 25; 28, 23); anuncia que se ha cumplido la Promesa hecha a nuestros padres (Hech 13, 32); el cumplimiento del “primer evangelio”, (“primer anuncio de salvación”) al principio de la historia humana (Gn 3, 15; Gal 4, 4-5).
Es gracia de perdón, Don del Espíritu (Hech 2, 38; 3, 26; 10, 43; 13, 38; 17, 30 ). Es la Buena Nueva de Jesús” (Hech 8, 35; 17, 18); “Del Nombre de Jesucristo” (Hech 10, 36), “de Jesucristo nuestro Señor, de Cristo” (Rom 1, 3 ss 9; 15,15; 2 Cor 2, 12; de la Gloria de Cristo” (2 Cor 4, 4); “ de su insondable riqueza” (Ef 3, 8). La resurrección de Cristo pasa al centro del Anuncio del Evangelio (1 Cor 15, 1-5) y orientado hacia su venida final (1 Cor 15, 22-28). Es un fuerza de Dios para la salvación de todo aquel que lo acepta con fe (Rom 1, 16; Ef 1, 13). Proclama la “incomprensible riqueza de Cristo2 (Ef 3, 8). Constituye un escándalo y una locura para judíos y griegos, es Sabiduría y Virtud de Dios para los elegidos (1 Cor 1, 18-25). Por el Evangelio se decide el destino futuro del mas allá de los hombres (2 Tes 1, 8; 2, 14); es un olor de muerte para aquellos que se pierden, y olor de vida para aquellos que se salvan (2 Cor 2, 14-16).
El evangelio es Palabra de Dios y no de hombres (1 Tes 2, 13). Es “Palabra de reconciliación” (2 Cor 5, 18-20). En el Evangelio se revela la justicia de Dios, es decir, su actuación salvadora (Rom 1,17). No es pues, una palabra vacía, sino fuerza creadora que actúa no sólo en palabras, sino en poder y en el Espíritu Santo y en plena confianza en el amor y con gran alegría, con abundantes frutos de conversión (1 Tes 1, 4-10). En todo el mundo produce fruto y crece (Col 1,6); no puede ser “encadenado” por los hombres (2 Tim 2, 9). Al anunciar la paz que produce de Dios (Ef 6,15) o la salvación
(Ef 1, 13) crea Él mismo la paz entre los judíos y gentiles (Ef 3, 6) y otorga la Salvación (1 Cor 15, 2).
La Buena Nueva va acompañada de los “signos” prometidos por Jesús (Mc 16, 17; Hech 4, 30; 5, 12. 16.8; 19, 11 s.); produce frutos de unidad, de paz, de caridad, de fraternidad, de alegría, de justicia, etc. Curaciones y milagros (hech 32, 42-47; 4, 32-35).
IV. MISION DE EVANGELIZAR.
Jesús resucitado manda a sus apóstoles y discípulos a que “vayan por todo el mundo a proclamar el Evangelio a toda la creación” (Mc 16, 15), “a todas las naciones” (Mc 13, 10). Por eso Pedro define a todos los cristianos como “pueblo, un pueblo que Dios eligió para que fuera suyo y proclamara todas las maravillas del que los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pe 2, 9). “Evangelizar constituye pues, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar…” (Evangelli Nuntiandi 14); “La Iglesia nace de la acción evangelizadora de Jesús y de los apóstoles, es nacida de la misión de Jesucristo y es a su vez enviada por El” (EN 15).
El evangelizador no es simplemente el transmisor de una doctrina, sino el testigo de una persona, de una experiencia: “lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos; lo que hemos mirado y nuestras manos han palpado acerca del Verbo que es vida. La Vida se dio a conocer. La hemos visto y somos testigos y les anunciamos la Vida Eterna. Lo que hemos visto y oído se lo damos a conocer, para que estén en comunión con nosotros, con el Padre, con su Hijo Jesucristo…. Para que tengan alegría perfecta”, nos dice San Juan (1 Jn 1, 1-3).
Jesús nos da la fuerza necesaria para ser sus testigos y evangelizar: “…van a recibir una fuerza, la del Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los límites de la tierra” (Hech 1, 8; 5, 32; 10, 39; 27, 31).
No basta vivir en el Evangelio, es necesario comunicarlo, anunciarlo: “La vida interior, la vida de oración, la escucha de la Palabra Divina y de las enseñanzas de los apóstoles, la caridad fraterna vivida, el pan compartido (Hech 2, 42-46; 4, 32-35; 5, 12-16) no tiene sentido mas que cuando se convierte en testimonio y provoca la admiración y la conversión, se hace predicación y anuncio de la Buena Nueva. Es así como la Iglesia recibe la misión de evangelizar y como la actividad de cada cristiano es importante” (EN 15). Pero la Iglesia (todos nosotros los cristianos) “Evangelizadora, comienza por evangelizarse a sí misma. Comunidad de creyentes, comunidad de esperanza vivida, y comunicada, comunidad de amor fraterno, tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo de amor…. Es decir, la Iglesia tiene necesidad de evangelizarse continuamente, para evangelizar al mundo de una manera que sea creíble” (en 31).
Jesús hace a “la Iglesia depositaria de la Buena Nueva que debe ser anunciada. Las promesas de la Nueva Alianza en Cristo, las enseñanzas del Señor y de los apóstoles, la Palabra de Vida, las fuentes de la Gracia y de la benignidad divina, el camino de la salvación, todo esto le ha sido confiado. Es ni más ni menos que el contenido del Evangelio y por consiguiente de la evangelización que ella conserva como un depósito viviente y precioso, no para tenerlo escondido sino para comunicarlo” (EN 31)
El evangelizado no trata de convencer con palabras ni con discursos bonitos, ni con su presencia y su fuerza, menos aún con engaños y juego de palabras para “lavar el cerebro” y convencer, sino con la Sabiduría del Cristo y con el Poder del Espíritu Santo. Dice San Pablo: Yo mismo, hermano, viniendo a ustedes para darles a conocer el proyecto misterioso de Dios, no llegué con palabras y discursos elevados. Me propuse no saber entre ustedes otra cosa sino a Cristo Jesús y a ´¿este crucificado. Me presenté débil, iba inquieto y angustiado; mis palabras y mi predicación no tenían brillo, ni artificios para seducir a los oyentes. Pero sí se manifestó el Espíritu con su Poder, para que ustedes creyeran, no ya por la sabiduría, sino con aquellas palabras que nos enseña el Espíritu de Dios, para expresar las cosas espirituales, en un lenguaje espiritual.
El hombre que se queda en lo humano no entiende las cosas del Espíritu. Para él son locuras y no las puede entender, porque sólo se aprecian a partir de una experiencia espiritual” (1 Cor 2, 13-14).
Es indispensable la predicación para que las gentes lleguen al conocimiento de Dios y a la decisión de la Fe: “¿Cómo invocarán al Señor sin antes haber creído en El? ¿Y como creer en El sin haber escuchado? Y ¿Cómo escucharán si no hay quién predique? Y ¿Cómo saldrán a predicar sin ser enviados?... Por lo tanto, la Fe nace de la predicación, y la predicación se arraiga en la Palabra de Cristo” (Rom 10, 14-17).
Para unos el Evangelio de Cristo es escándalo, “locura” (1 Cor 1, 18.21.23; Rom 9,32 s) para otros “permanece velado”; estos están cegados por “el dios de este mundo”, no ven resplandecer el Evangelio de la Gloria de Cristo” ( 2 Cor 4, 4). Otros no le obedecen (2 Tes 1,8); otros “se enredan en palabrerías inútiles ; pretenden ser maestros, cuando en realidad no entienden ni lo que dicen, ni las teorías de que parecen estar tan seguros” (1 Tim 3, 11) otros ponen su Fe no en el Evangelio de Cristo sino en la persona que predica y por lo tanto rechazan el verdadero Evangelio y su Fe no llega a estar fundada en Cristo sino en los hombres (1 Cor 1, 11-13; 3, 4-8. 21-23).
Otros en cambio reciben el evangelio en la obediencia de la Fe” (Rom 1, 5; 2 Cor 10, 5);
En la Gracia del Evangelio “se abren al Evangelio de la Gracia (Hech 20, 24). El Evangelio encuentra por todas partes corazones que están en armonía con El, deseosos de oír la Palabra de Dios (Hech 13, 7. 12), ávidos de saber que hay que hacer para salvarse (Hech 16, 29 s.). Tienen ese rasgo común de “escuchar” (Hech 2, 22. 37; 3, 22 s;) de “acoger”, de aceptar (Hech 8, 14; 11, 1; 17, 11), de “obedecer” (Hech 6, 7). Por el contrario, la soberbia o autosuficiencia desdeñosa (Hech 13, 41) y envidiosa (Hech 13, 45 s.), la ligereza (Hech 17, 32) cierran el corazón de los hombres al Evangelio.
La Palabra del Evangelio es como una semilla, Dios es el sembrador, el hombre es la tierra y depende de El que de fruto o no (Mt 13, 1-23).
Es necesario recibirlo como un niño, hacerse “pequeño” (Mt 11, 28; Mc 10, 14-15; Lc 9, 48; 10, 21; 18, 16-17). El autosuficiente, el que apega su corazón a las riquezas, el satisfecho, se cierra al Evangelio y a sus promesas, (Mc 10, 23-25; Lc 6, 22-25; 18, 23-25); solamente el “pobre” que encuentra en Dios su riqueza y su bien puede recibirlo y hacerse del Reino de los Cielos. Quién no decide seguir a Cristo, quién da respuestas mediocres y sin compromiso (Lc 9, 57-62); pues hasta vale la pena legar a dejarlo todo por el Reino de Dios, la Buena Nueva, todo lo demás se tendrá por añadidura, se poseerá el verdadero tesoro (Lc 12, 22-31; Mt 6, 19-21); El que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por causa mía y del Evangelio, la salvará (Mc 8, 35).
Maravillosamente el Evangelio es para los pecadores, para los que se confiesan pecadores y se abren al perdón del Amor (Lc 15; 18, 9-14; Mt 21, 31; Mc 2, 13- 17; TODO EL EVANGELIO).
PRÁCTICA:
Habiendo leído y meditado por lo menos una gran parte de los textos anteriores, trata de responder a las siguientes preguntas y a otras que tú traigas en tu corazón:
1. ¿Cuáles son tus angustias, tus sufrimientos, lo malo en tu vida, tus contradicciones? ¿Tiene algo que decirte el Evangelio de Cristo?
2. ¿Cuáles son las grandes interrogantes de la humanidad, sus sufrimientos y males?
¿Podrá ser el Evangelio de Cristo la respuesta para el ser humano? ¿Cómo lo
piensas?
3 ¿Crees estar verdaderamente bien dispuesto a escuchar el Evangelio de Cristo?
¿Cuáles son tus actitudes? ¿Si Cristo es la respuesta de Dios a tu vida, te
propondrás seguirlo?
No te desanimes ante los obstáculos que hallarás en el camino y en el proceso de tu vida; acude a la ayuda divina, pide su Fortaleza y su Luz.
V. EVANGELIZAR HOY: EL EVANGELIO NOVEDAD SIEMPRE NUEVA.
La verdadera evangelización es novedad siempre nueva. No se trata de un “nuevo evangelio, que surgirá de cambios culturales y sociales, que brotará de la novedad inventiva del hombre. Dejaría de ser Evangelio y ya no habría en él verdadera salvación tampoco con las conveniencias actuales de la cultura o del individuo o de hacer un “nuevo Evangelio” modificándolo (Gal 1, 6-12); del “agradar a los hombres” o de tratar de convencerlos ganándoles su “favor” o respuesta (Gal 1, 10).
Evangelizar hoy consiste en presentar a Jesucristo, la novedad siempre nueva para el hombre de toda cultura, raza, condición o tiempo, presentar al mismo Jesús; “El que es, El que era, El que vendrá” (Ap 1, 8 ), “el mismo ayer, el mismo hoy, el mismo siempre” (Ap 4, 8). El Evangelio nunca envejece, nunca pasa. Evangelizar es presentar a una Persona viva que es siempre Mensaje y Novedad, en Quién se encuentra “incalculable riqueza, y de esclarecer para todos en que forma se va realizando el proyecto secreto escondido desde el principio en Dios…” (Ef 3, 1-12).
El mismo es la Palabra que se ha hecho carne en la historia, “por Quien todo se hizo y nada llegó a ser sin El; lo que llegó a ser tiene Vida en El y para los hombres esta Vida es Luz… la Luz verdadera que ilumina a todo hombre… por Quien llegó el Amor y la Fidelidad. Pues a Dios nadie lo ha visto jamás; pero El Hijo, El Único, que está en el Seno del Padre, nos lo da a conocer” (Jn 1, 1- 18). Jesús no agota ninguna época, ninguna cultura, ninguna realidad humana, las abarca a todas y a todas las ilumina, a todas les otorga su verdadero sentido y realización (Gal 4, 4-6). Cualquier hombre de cualquier cultura o manera de ser, podemos acercarnos a Jesucristo mediante la Fe y la unión a su Cuerpo, que es la Iglesia, y hallar respuesta a nuestras preguntas fundamentales siempre antiguas y siempre nuevas sobre nuestra existencia y que llevamos indeleblemente grabadas en nuestro corazón desde la creación y desde la herida del pecado.
VI. LA MANERA DE EVANGELIZAR: NUEVA EN EL ARDOR.
El ardor, el Fuego de la Evangelización debería de ser el mismo Espíritu Santo en nosotros, como en el acontecimiento de Pentecostés en que el Espíritu Santo transformó la cobardía y miedo de los apóstoles en verdadera fuerza y valentía en el anuncio del Evangelio (Hech 2, 1-13), Es el verdadero entusiasmo (palabra compuesta que quiere decir: EN-THEOS, EN-DIOS ) de colocarse en el Espíritu mismo de Dios y dejarse mover y conducir por El, como en el caso de todos los profetas y de Cristo mismo, “Ungidos” (llenos, consagrados) de Dios.
La obra de la Evangelización es por obra y poder del Espíritu Santo, Fuego o Ardor Divino, a la que se dispone dócilmente o no el hombre. Los evangelizadores, no somos capaces de convertir a nadie sin la acción directa del Espíritu Santo.
La Evangelización debe partir del testimonio ardoroso y entusiasta de quienes han tenido una experiencia personal con Cristo resucitado y vivo y de su Espíritu Divino, no será más que un vacío y frío repetidor de lo que otros dijeron o escribieron, porque el mismo no tiene que decir nada de su propia vida y experiencia personal. El vacío repetidor puede ser un simple reportero o impresor que solo informa pero no convence, ni convierte, mientras que un verdadero testimonio tiene fuerza de convicción. Y este calor no se comunica sin el Cuerpo, y somos Cuerpo de de Cristo sin estar unidos a El y a los demás, su Iglesia, somos miembros fríos y muertos incapaces de dar a conocer a Cristo y llevar a la Fe. (Jn 17, 16-23)
Se necesita estar enamorado de Jesús para comunicarlo, para comunicar palabras vivas de El, la experiencia de El (1 Jn 1, 1-4; Rm 8, 35-39), de tal manera que pueda uno llegar a decir como Pablo: “ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Todo lo que vivo en lo humano se hace vida mía por la Fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 19-20).
VII. LA MANERA DE EVANGELIZAR: NUEVA EN SU METODO.
La palabra griega “método” quiere decir “camino”. Cristo dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie viene al Padre sino por Mí. Si me conocen a Mí, también conocerán a mi Padre” (Jn 14, 67 ). El método, el camino que es Cristo mismo en su vida, en su manera de ser, actuar, es el Cristo mismo en su vida, en su manera de ser y actuar, es el camino siempre nuevo. Aquí podrán caber las palabras del poeta Machado: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…”; porque el camino de la evangelización se hace caminando con Jesús, siguiendo sus pasos, sus enseñanzas.
A la manera oriental, al modo bíblico, el discípulo aprende del Maestro siguiéndolo, haciendo el mismo camino del Maestro.
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